Me encuentro jugando el juego del deseo, de eso que jamás puede satisfacernos, el deseo que forma parte del Otro y que no es nuestro, al menos puedo reconocerlo y articularlo con palabras, al menos mi deseo el día de hoy, en esta noche es responder.
Me han dicho muchas veces que debería responder, en muchas otras ocasiones me han dicho que no debo de hacer caso a los deseos ajenos que buscan mi propio deseo, puesto que ello es reconocer en ellos el suyo, pero el día de hoy tengo la motivación intrínseca y extrínseca de responder.
En este proceso de búsqueda de la verdad, encuentro que Camus tenía razón, en ocasiones la verdad es opuesta al deseo y esta primera es lacerante, quema y es dolorosa, oprime y asfixia, sin embargo entiendo que el día de hoy que la verdad y mi deseo no son opuestas y van de la mano, son justas.
Hoy he visto los rincones donde antes danzaban fantasmas, muchos y no sentí nada.
NADA.
Esto al inicio he de confesar que me ha asustado un poco, sin embargo, creo que se la razón por la cual los fantasmas el día de hoy no se aparecieron; he reconocido al monstruo, me he encontrado con él, he desentrañado sus motivaciones, deseos, sufrimientos y pesares, lo he comprendido y lo he alimentado, sanado y perdonado, el monstruo no se fue, se volvió inmensamente fuerte, envalentonado, poderoso pero yo también con él, o al menos esa parte que no cede a sus designios, la cual cuando es visitada por él sabe responder, callarlo y no sin dificultades, ponerlo en su lugar, dejar que me acompañe porque es parte de mí y solo juntos podemos coexistir unidos en una relación simbiótica.
El odio es un motor de búsqueda, de construcción, el odio es una respuesta al dolor, al miedo, al sufrimiento, el odio es transformador, liberador, también es traicionero, peligroso y difícil de manejar, me recuerda al Sol, ese que muchos han intentado controlar, domar, manejar y se quemaron con su expresión a través de una explosión miserable y lastimosa, hasta a mí, me da asco, sí, era brillante pero también estaba podrido.
El odio impulsa a quien lo sufre a la culpa y al círculo de más sufrimiento, un ciclo sin fin, la forma más fácil de salir de ahí es ingresar al tormentoso camino de la víctima, lo cual es un movimiento de masas, una justificación de la religión, una forma de paliar la culpa y que no se sienta tan apabullante, una forma de callar las voces de tu cabeza y hacerte sentir menos miserable de lo que eres en realidad, una víctima puede justificar casi todo, pues tiene sed de venganza, de regresar la culpa que tiene, de cumplir su deseo, a través del deseo del otro y así mismo de reconocer esos deseos que son reprimidos en una noche oscura y penosa de soledad donde después no te acuerdas de lo que soñaste.
¿Cuál es entonces el verdadero motivo de tener odio si nos impulsará a la culpa o a la víctima? Su función es creacionista, emancipador, oscuridad que crea más oscuridad, el odio es la herramienta a la que nos aferramos para bajar, descender a los avernos, a ese encuentro con el yo desnudo, con el deseo insatisfecho de la infancia y con el desprendimiento de quienes fuimos, somos y queremos ser, el odio desprende pero también crea, es su única función, sin embargo muchos no sobreviven al descenso a los infiernos, ¿Puedes sobrevivir a encontrarte con la NADA?
El odio lo puede sentir el débil o el fuerte.
La culpa y la víctima son de débiles.
La nada y nombrar el deseo, eso es de fuertes.
Esta es mi respuesta.
Edwin CQ. Querétaro, Qro, a 27 de diciembre del 2023.
Carrere, E. (2019). El adversario. Anagrama.
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